no sé

disculpa si me arremango la soledad frente a tu rostro, es que la dejé secando cuando creí que había comenzado la primavera. pero la neblina es una constante en mi horizonte. por eso debo abotonarla a mi espalda, para que me siga pesando en los hombros la conciencia del inexpugnable cementerio que ando arrastrando.

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